martes, 25 de marzo de 2008

Meditaciones

Por Pedro Zepeda desde Santiago

Todavía lloramos.
Y qué bueno que así sea.
Las lágrimas rara vez hacen mal.
Son siempre una catarsis, una liberación,
una forma de decir que nadie es auto-suficiente.
En ésta confesión de franqueza humana se esconde un acto
de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada.
Y, cuando esto hiere demasiado,
los ojos dicen lo que la boca no consigue pronunciar.