viernes, 2 de noviembre de 2007

Dos pueblos unidos por la historia y la fe

A tan sólo pocos kilómetros de Pica se encuentra la localidad de Matilla. Si bien, no significa una gran potencia turística, cuenta con un enorme parecido a su vecina, sobre todo en materia de productividad donde también su eje central es el cultivo de refrescantes frutos tropicales.

Matilla es más bien un punto de descanso, sin retener por más tiempo al viajante que va en busca de las aguas termales.

Sus orígenes se remontan hacia el año 1590 cuando conquistadores españoles colonizaron este pueblo. En ese entonces se dedicaron a la elaboración del vino en lagares que aun se conservan.

Pero sin duda, el mayor atractivo que tiene este pueblo es su iglesia, la cual data del siglo XVI, y que tuvo que ser reconstruida luego del fuerte sismo que afectó a la primera región y que devastó a la mayoría de estos centros de oración. Fue así como la restauraron conservando su arquitectura original. De hecho, todavía lucen estos restos iluminados en la fachada y estos destacados en su interior, donde también se ven los troncos de árboles que sostienen al edificio.

Mas allá a unos 10 kilómetros se encuentra La Tirana, donde se realiza la festividad religiosa más grande del país, en honor a la virgen del Carmen, la patrona de Chile.
Según la leyenda el origen de la festividad se remonta a mediados del siglo XVI cuando el misionero mercedario, Fray Antonio Rondón, encontró una cruz cristiana en el bosque del Tamarugal y ordenó construir una iglesia dedicada a la Virgen del Carmen de La Tirana en honor a la historia de amor que había protagonizado una bella pareja.

Se trataba de una princesa indígena, quien gobernaba sus dominios como una verdadera déspota tirana que mataba sin piedad a los españoles. Sin embargo, cuando la soberana conoció a Vasco de Almeyda, a quien había condenado a muerte por su fe en el catolicismo, no pudo sino liberarlo de tal destino llegando incluso a convertirse, a la religión católica.

Los enamorados vivían juntos en plena Pampa del Tamarugal, pero la conversión de la "Tirana" no agradó para nada a sus súbditos indígenas, quienes los asesinaron a ambos. La cruz simbolizaba la muerte de los enamorados bajo la religión cristiana.

Esta historia marca la creencia de las más de 500 mil personas que llegan a venerar a la chinita, mientras que durante el resto del año la localidad cobija a menos de 500. Además participan más de 180 cofradías de bailes religiosos, provenientes de la zona entre Arica y Copiapó los que presentan sus ofrendas a la Virgen a través de oraciones, ritos, cantos y bailes con atuendos altiplánicos y máscaras de variados colores y formas. A la vez, el pago de las mandas ofrecidas por numerosos visitantes comprende muchas veces inmensos sacrificios y esfuerzos físicos que se llevan a cabo en símbolo de agradecimiento.

Esta es la historia de dos pueblos que se han asentado en el medio del desierto y gracias a ello han dado vida a una serie de costumbres y tradiciones, un pilar de la identidad de los habitantes del norte de Chile.